22 de junio de 2022
Los últimos procesos eleccionarios en la región han mostrado una creciente polarización con candidatos alejados del centro y de la política tradicional. El domingo pasado, Gustavo Petro resultó electo en Colombia, lo mismo ocurrió con Pedro Castillo en Perú y Gabriel Boric en Chile el año pasado, y algo similar se espera para la elección en Brasil de este año. Vemos que las fuerzas que logran mayor caudal de votos, y eventualmente llegan al gobierno, son las más alejadas del centro, más “antisistema”, y, por lo general, pertenecen a partidos de izquierda.
Los votantes parecen estar pidiendo un cambio sistémico y muestran su insatisfacción con la manera en la que los políticos tradicionales han hecho las cosas y lo demuestran con el voto. Este proceso, que ya lleva varios años, muestra la dificultad de los gobiernos en adecuarse a los nuevos desafíos que llegaron de la mano de los cambios sociales, tecnológicos y demográficos. Además, la pandemia ha acelerado este proceso desnudando la incapacidad de la mayoría de los gobiernos en el manejo de las crisis y las situaciones complejas.
Como consecuencia de esto, los candidatos antisistema y poco convencionales crecen en las preferencias del electorado y resultan electos. El problema es que también vemos que una vez en el gobierno, éstos parecerían tener los mismos o peores problemas que sus antecesores mostrando que es más fácil criticar que gobernar correctamente. Esto, sumado a la crisis económica mundial, genera un inevitable aumento de la incertidumbre y una disminución de los flujos de capitales internacionales a la región. Todo lo expuesto se suma a los ya históricos problemas estructurales en términos de educación, infraestructura y debilidad cultural e institucional, que redunda en altos índices de pobreza, desbalance de las cuentas fiscales y búsqueda de soluciones mágicas de corto plazo. La inevitable y comprensible fuga de talentos que buscan mejores oportunidades profesionales y sociales contribuye a aumentar el problema. Además, en los últimos años, los países de la región parecen estar cambiando de socio comercial, y vemos que decrece la importancia de los Estados Unidos y crece la de China, país con el que tenemos mayor diferencia cultural.
Todos estos efectos combinados ponen a las empresas de la región frente a un panorama de fuerte incertidumbre, y exigen una profunda reflexión respecto de las estrategias de negocio y a la manera en la que están estructuradas. No podemos dejar de pensar en el impacto en el clima de negocios en la región, por eso es crucial que las organizaciones logren modelos de negocios que sean compatibles con una realidad cambiante como la que vivimos en la región. Esto no quiere decir que no haya espacio para que las empresas operen y sean rentables, simplemente nos indica que será cada vez más importante tener la capacidad de adaptarse a un entorno cambiante y complejo. En este nuevo entorno, será cada vez más importante tener bien claro el mapa de los diferentes stakeholders a los que la empresa deberá satisfacer para poder renovar de manera constante su contrato social.
Desde la academia, por otro lado, es crucial que se generen modelos conceptuales que estén arraigados en las premisas que rigen el funcionamiento institucional de la región, y que no sean meras adaptaciones “llave en mano” de los modelos desarrollados para otras situaciones temporales, geográficas, sociopolíticas diferentes. Esta realidad que nos toca vivir nos invita a repensar los conceptos fundamentales de nuestros modelos de pensamiento y a actuar en consecuencia. El desafío promete ser interesante.
Clarísimo!. A patear el tablero !. Abzo