Empezamos un 2023 complicado. Hace unos pocos días, se cumplió un año de la invasión rusa a Ucrania ordenada por Putin, y el panorama geopolítico mundial, lejos de aclararse, presenta complicaciones adicionales. El gobierno de Xi Jinping empieza a moverse hacia una posición en la que deja esa pseudo neutralidad que intentó mostrar durante el 2022 y mueve sus fichas de manera más agresiva. La creciente intervención del gobierno chino en países de la región provocó una fuerte alocución de la Senadora Republicana por Florida, María Elvira Salazar, respecto de las intenciones chinas con sus inversiones en la región, diciendo que la intención del gobierno chino no era el de “hacer comercio” sino la de “hacer guerra”. Incluso se refirió a una base china en la Patagonia argentina en la que según explicaban, “nadie sabe qué actividades se realizan”. La aparición de los globos chinos sobrevolando el territorio americano, y las débiles explicaciones del gobierno asiático a ese respecto no contribuyeron a mejorar la percepción de la opinión pública ni la de los líderes de opinión.
Por otro lado, vemos que los Estados Unidos aprobaron la venta de armamento bélico a Taiwán, al tiempo que Alexander Lukashenko, el presidente de Bielorrusia y aliado de Vladimir Putin, visita al presidente Xi Jinping en China. Al poco tiempo, el presidente chino viaja en misión oficial a Moscú a visitar a Vladimir Putin, con un mensaje ambiguo respecto de su posición frente al conflicto. La prensa internacional se hace eco de las posibilidades de una escalada a nivel intercontinental del conflicto entre China y Taiwán, que cada vez se parece más a un conflicto entre China y los Estados Unidos. Es obvio que estos hechos aumentan la tensión ya existente entre ambos países, e incluso, tal vez debamos empezar a hablar más abiertamente de las relaciones entre un bloque occidental y un bloque de aliados entre los que se encuentran Rusia, China, Bielorrusia, Corea del Norte, entre otros. Por otro lado, no nos podemos olvidar que hay varios otros focos de conflicto de cierta importancia: seguimos viendo problemas en Irán, en Turquía, entre Armenia y Azerbaiyán, varios problemas en países de África, etc.
La pregunta que nos deberíamos estar haciendo, es: ¿Qué impacto tendrán todos estos eventos en las economías de la región? Claramente lo primero que deberíamos ver es el eventual impacto en las cadenas de suministro de las empresas. Algunos de los países en conflicto son proveedores directos de algunos de los países de la región. El ejemplo más sencillo es el de China o Taiwán que son proveedores de productos manufacturados de varias empresas. En caso de desatarse un conflicto esa cadena de suministro se vería afectada. También tenemos que considerar un efecto indirecto, como es la volatilidad que se genera en los mercados de algunos commodities afectados por los conflictos geopolíticos. En los inicios de la guerra en Ucrania los precios del trigo y de la energía se vieron fuertemente afectados por la escasez y las medidas de los gobiernos en conflicto. En algunos casos, esta volatilidad de los mercados afecta la capacidad de las empresas de importar o exportar su producción, dado que el aumento de los costos del flete, derivados de los aumentos de los costos de la energía, hacían que algunas transacciones quedarán sencillamente fuera de mercado.
Por otro lado, no podemos olvidarnos que algunos de los países afectados por un conflicto pueden ser clientes se empresas de la región, por lo que la inestabilidad geopolítica también va a afectar las exportaciones de nuestras empresas.
No nos podemos olvidar de los efectos en la macroeconomía mundial. Un conflicto bélico genera un aumento de riesgo sistémico que generalmente es difícil de recuperar vía mayores rendimientos de las inversiones, por lo que suele desatar un proceso conocido como “flight to quality” por el que los inversores se desprenden de los activos riesgosos y se refugian en los activos de bajo riesgo. Esto suele tener un impacto en los rendimientos de los activos que cotizan en los mercados de capitales, donde los títulos de las empresas suelen bajar de valor debido a la salida masiva de los inversores. Esto suele afectar también la cotización de los bonos soberanos de varios países lo que genera un impacto en las tasas de interés y las cotizaciones de las monedas. Esta volatilidad de tasas y tipos de cambio, afecta también las operaciones de endeudamiento o pago de deudas, y las operaciones de comercio exterior ya que la volatilidad de las monedas cambia la rentabilidad de las operaciones. Otro efecto muy común, es que, como parte del proceso de salir de los activos riesgosos, se suele ver también una disminución de la intención de los inversores de invertir en mercados emergentes, tanto en la economía real, como en transacciones puramente financieras. Y en lo que respecta a las inversiones ya realizadas, en las que haya accionistas del extranjero, se suele registrar un aumento de las primas de riesgo requeridas por los inversores.
Es decir, los conflictos geopolíticos tienen efectos directos e indirectos, dependiendo de los países en los que se generen. Otro efecto que se percibe claramente, es la dificultad de realizar cualquier tipo de planeamiento financiero en este contexto. ¿Cuál será el valor de la energía a fin de año? ¿Cómo reaccionarán los mercados de commodities? ¿Qué tantas posibilidades tendremos de importar los insumos y productos necesarios para operar, o de exportar nuestros productos a mercados afectados por los conflictos? Y así sucesivamente…
En este contexto, me animo a dar algunos consejos que pueden ser de utilidad.
Por un lado es importante mantener la capacidad de adaptación en nuestras organizaciones, no de casualidad una de las palabras de moda del momento es “resiliencia”. Claramente tenemos que tener organizaciones que sepan adaptarse a los cambios, organizaciones más flexibles, con capacidad de improvisación, con capacidad de toma de decisiones en alta incertidumbre y bajo presión y urgencia. Es fundamental tener identificados los procesos claves de la organización, con una buena identificación de sus riesgos implícitos, y un plan de mitigación de estos riesgos listo para ser ejecutado.
Por otro lado, es indispensable tener la capacidad de “ver venir” los efectos de los problemas de la geopolítica internacional antes de que sea tarde para reaccionar. Esto suele requerir capacidad de informarnos de fuentes internacionales, las fuentes locales suelen estar “contaminadas” por la percepción de la importancia de la noticia para los lectores locales, y por los avatares de la política interna, las cuestiones económicas locales, etc. Todo esto hace que muchas de las noticias que en el resto del mundo son seguidas en detalle, lleguen a nuestro escritorio con mucha demora, cuando ya la posibilidad de tomar decisiones adecuadas es más remota.
En suma, se requiere la capacidad de predecir la llegada de los problemas, y la capacidad de poder mitigar sus eventuales efectos. Nada fácil, pero se puede.